Sin estrategia no avanzamos

Mucha táctica y muy poca estrategia

 José Luis de la Serna | Madrid

En España llevamos varios meses gastados en continuos circunloquios sobre cómo hay que gestionar un sistema para que las nóminas se paguen con religiosidad. Aunque hay que reconocer que el riesgo a corto plazo es el de que en la caja no quede ningún euro también se debe ser consciente de algunas realidades relacionadas con la salud y la enfermedad de nuestra sociedad que no pueden dejarse en el olvido.

Ha habido toneladas de papel, cubiertos de ríos de tinta, gastados en hablar de gestión y de eficiencia. Por una parte, la discusión se ha centrado en las concesiones público-privadas y sus grandes ventajas y, por otra, en la necesidad de gestión eficiente. Todo centrado en la medicina reactiva. Central de compras, potenciar los genéricos, acabar con las peonadas, armonizar competencias, agencias estatales, recetas electrónicas, áreas únicas, sistemas retributivos... Casi todo relacionado con la asistencia a la enfermedad aguda.

El gran problema

Del verdadero drama de la sanidad, lo que arruinará a todos los sistemas de salud del mundo, que es la enfermedad crónica, ni palabra. De la ineficiencia patente de cómo se está tratando muchas patologías y de cómo hay que engranar al ciudadano en el cuidado de su propia salud ni un solo comentario.

Los expertos con una cierta visión de futuro, que no los políticos que saben de esto poco o los gerentes accidentales de muchas instituciones sanitarias, dicen con rotundidad que el siglo de la medicina reactiva fue el pasado. Que ya ha llegado el de la medicina colaborativa y que la dualidad médico-paciente, su relación frecuente, hay que implantarla ahora que hay soporte y tecnología para poder hacerlo.

En cualquier caso, el problema está generalizado. En un reciente estudio, publicado en el 'Journal of American Collegue of Cardiology', liderado en buena parte por el español Valentín Fuster, se demuestra que la inmensa mayoría de los pacientes coronarios y diabéticos en EEUU no es capaz de cumplir el objetivo de controlar cuatro factores de riesgo claves para disminuir sus posibilidades de padecer nuevos episodios vasculares severos.

Si un enfermo crónico de esas características no consigue tener bajo control sus cifras de colesterol, tensión arterial, glucosa y no hace ejercicio físico con regularidad está dilapidando buena parte de su salud -de por sí amenazada por enfermedades crónicas que elevan su riesgo de sufrir nuevas patologías vasculares-. El divorcio entre lo que tendría que hacer cualquier paciente de estas características y lo que en realidad hace es completo. Ese es el desafío al que tiene que enfrentarse la sanidad moderna. Es verdad que hay que llegar como sea a fin de mes, pero sin algo más de estrategia en vez de tanta táctica lo que pasará es que no se llegará a fin de año.